Mis ojos eran ciegos y golpeaba los cielos con mi tristeza
era fiebre enardecida, pisadas sin rumbo, noches sin sueño,
hasta que abriste tus dos luceros y me regalaste azul y cielo
y así, te vi en medio de la gente, llena de colores primavera.
De la mujer que amo.
Mis oídos estaban sordos, en medio de tormentas y zumbidos grises
lejos de tus palabras, de las risas que dejan los niños en las paredes,
lejos del golpeteo de las olas, y hoy te escucho a ti canario de mañana, hojas en el viento, chubascos y tu voz tierna
De la mujer que amo.
Me diste las manos de llanos y montañas para sentirte y amarte
en pedacitos de sol y luna, en momentitos de alegría y llanto,
en voces tiernas colmadas de tu nombre mujer, en partecitas de vida.
Hoy tienes un nombre el que yo te he dado solo a ti, Zobeyda
para amarte y entregarte pedacitos rotos de este corazón,
alas que has resarcido con pétalos de claveles rojos, gracias a la vida.