Cuando cabalgo como un Andaluz peinando en vientos tu cabellera de obsidiana
y el viento me pierde en tus miradas, me siento vivo, rompiendo el aire con mis manos.
Cuando cabalgo frenético por el torrente de tus venas y me pinto de rojos pasionales
caballo de fuego, y respiro de ti, de suspiros que llenan de rojos azucenas mi alma.
Cuando cabalgo sin freno mujer, en medio de tus miradas y en soplos revuelvo tu falda,
vuelvo a ser fuego, vuelvo a ser aire y me alimento de tus respiros que embravecen a este corazón.
Cuando cabalgo mujer a través de las nubes, haciendo tronar el cielo con mis cascos de bronce
y te llamo desde lo alto con mi voz de trueno y grito tu nombre entre relámpagos de fuego, Ven a mi lado.
Ven a mi lado, sujétame en tus trenzas, amárrame a tus caderas, aprisióname en tus brazos,
detén un momento esta carrera sin rumbo y sin fin, detenme en tu alma pasiones de estrellas,
piérdeme en tus noches de intimidades secretas, piérdeme en tus llanos de madera y pan.
Y cuando estemos saciados, con el cuerpo cansado y el corazón rebosante, el alma perdida
deshaz tus trenzas, quita los hilos de seda que me sujetan a tus caderas, libérame de tus brazos agua cristalina,
y déjame libre, ¡libre otra vez! para correr con la furia de una ola, con la fuerza de un tornado, a tus brazos otra vez.